domingo, 29 de marzo de 2015

Religión y antagonismos

Uno de los significados atribuidos a la palabra “religión” es la de “ligar -o unir- a los adeptos”. De ahí que surja cierta contradicción en la expresión “discriminación religiosa” ya que implicaría “discriminar a los demás a través del medio que tiene como finalidad unirnos”. Si tenemos en cuenta los efectos producidos, se advertirá que gran parte de las religiones no actúan como tales. El antídoto contra la discriminación, ya sea religiosa o de otro origen, es el amor al prójimo, por cuanto implica establecer una relación afectiva con los demás seres humanos, sin especificar atributos, ideas o creencias. Esta sugerencia, prioritaria en el cristianismo, es olvidada por quienes ven en la filiación religiosa sólo una manera de integrarse parcialmente a la sociedad o de lograr trascendencia futura en el más allá.

El perfeccionamiento de la religión se ha de buscar considerando los efectos producidos, es decir, de la misma manera en que cada uno de nosotros, buscando mejorar, advertimos los efectos ocasionados por nuestras acciones, esencialmente para corregirlas si son negativas, fortaleciendo las demás. Si una creencia determinada produce antagonismos sociales, entonces deberá cuestionarse su validez. En todos los casos, cuando se generan conflictos, es conveniente considerar quién lo inició, y quién reacciona al ser excluido de un grupo social, o de la sociedad, por sus ideas o creencias, ya que en este caso tenderá a responder de igual forma ante quienes previamente lo separaron.

Al intentarse cumplir con el mandamiento del amor al prójimo, el hombre adquiere un aceptable nivel de felicidad. Sin embargo, dentro del cristianismo han predominado distintas y arbitrarias creencias que han relegado las prédicas originales incluso hasta abandonarlas totalmente. En épocas pasadas, cuando se aceptaba mayoritariamente quemar vivos a los herejes, surgían opiniones minoritarias que se oponían a esas prácticas. Este fue el caso de David Joris quien exhortó, sin éxito, a Calvino (Jean Calvin) para que revocara su decisión de llevar a la hoguera a Miguel Servet, escribiéndole al respecto: “Espero que el consejo de eruditos sediento de sangre no tendrá influencia sobre ti. Debes considerar los preceptos de nuestro único Señor y Maestro, Cristo, que nos enseñó no solamente de una manera humana y literal por medio de las Escrituras, sino también de un modo divino, mediante la palabra y el ejemplo, que no debemos crucificar ni matar a nadie a causa de su fe, antes bien que debiéramos ser crucificados y matados nosotros mismos” (Citado en “Los caminos de la tolerancia” de Henry Kamen-Ediciones Guadarrama SA-Madrid 1967).

Generalmente, las religiones tienden a promover tradiciones y costumbres propias, como es el caso de los símbolos y las vestimentas típicas, constituyendo un medio eficaz para establecer la pertenencia, o no, a un subgrupo social. Como el sentido de la religión apunta al logro de una mejora ética generalizada, la individualización excesiva puede ser un indicio de búsqueda de una separación del resto de la sociedad. Quienes tratan de alejar a los demás, tratan a su vez de alejarse, para que el resultado sea más efectivo.

Los símbolos, por lo general, generan significados subjetivos variados, por lo que, muchas veces, aparecen discusiones sobre aspectos vagamente definidos que no permiten llegar a acuerdos concretos. Paul Tillich escribió: “La afirmación de que Dios es ser en si mismo es una afirmación no simbólica. Sin embargo, después de decir lo anterior nada más puede decirse acerca de Dios como Dios que no sea simbólico”. Walter Kaufmann comenta: “El profesor Stace, de Princeton, afirma que las proposiciones religiosas que son falsas se vuelven verdaderas cuando se las comprende simbólicamente” (De “Crítica de la Religión y la filosofía”-Fondo de Cultura Económica-México 1983).

La actividad religiosa, por lo general, trasciende el ámbito de la ética para insertarse en el ámbito cultural, por lo que se advierte una adaptación de la religión a las costumbres vigentes y no una adaptación de las costumbres a la religión. Luego, ante la difusión del relativismo cultural, aparece el relativismo religioso como una consecuencia inmediata, por lo cual es esfuman las posibilidades de un acercamiento capaz de disminuir los conflictos, aunque en un principio parezca lo contrario.

Las tendencias separatistas se observan con mayor frecuencia en las sectas, que son agrupamientos que tratan de alejarse de la sociedad, o de la humanidad, en la presunción de haber podido encontrar verdades inaccesibles al resto de los mortales. Estrictamente hablando, no es posible distinguir entre religión y secta, al menos si tenemos en cuenta, no el número de adeptos, sino las desviaciones respecto del objetivo unificador que debería prevalecer. Así, tenemos el caso del judaísmo, basado en la creencia de ser los hebreos el pueblo elegido por Dios, estableciendo una diferencia esencial respecto de los demás hombres. Incluso en el Islam existe una clara distinción entre sus seguidores y los “infieles”, a quienes destinan calificativos poco amistosos que abren la posibilidad incluso a la violencia institucionalizada.

Luego de citar varios casos de suicidios colectivos y asesinatos ocasionados por distintas sectas, Jean-Marie Abgrall escribió: “Estos casos tienen varios aspectos en común. Unos individuos poco adaptados al mundo se convencen de la inminente llegada del Apocalipsis. Están agrupados en torno a ciertos personajes a la vez dudosos y fascinantes a quienes les dedican su vida, y luchan por el advenimiento de un pueblo «elegido», desarrollando una paranoia y una megalomanía de grupo que los conduce a negar la realidad y las leyes de la sociedad. Es cierto que, no todas las sectas terminan de manera tan dramática. Muchas de ellas siguen su camino sin pena ni gloria, tejiendo su telaraña y consolidando sus redes, su poder y sus riquezas. Esclavistas por naturaleza, estas personas hacen a un lado los derechos más elementales del ser humano”.

El ciudadano actual, que tiende a adoptar una visión del mundo compatible con la ciencia experimental, advertirá que es mirado en menos por quienes, creyendo en lo sobrenatural, lo miran como un ser “natural” e inferior. O advertirá ser mirado como alguien perteneciente a un pueblo inferior, o no elegido. O bien será considerado como un “infiel” que debe cuidarse de hablar sobre religión con algún “creyente” ante el peligro inminente que despertaría. Estas posibilidades ocurren cuando existe cierto acercamiento social que pronto se diluye ante la discriminación religiosa. Esto se comprende teniendo presente cierta encuesta en la que se le preguntaba a los participantes si tendrían inconvenientes en aceptar a personas, de distintos orígenes étnicos, bajo las tres siguientes condiciones: a) Como compañeros de trabajo, b) Como vecinos, c) Como integrantes de su propia familia. En las respuestas aparecía un aumento del rechazo a medida que el vínculo se hacía más cercano.

Tanto en el caso de los grupos religiosos como de las sectas, existe la posibilidad de que se produzca el gobierno mental del hombre sobre el hombre; algo similar a lo que ocurre en los regímenes políticos totalitarios. Toda desviación de la verdad tiende a llevar a un individuo hacia cierta marginación social y hacia cierta desadaptación respecto del orden natural, entrando en un mundo utópico e imaginario que tiende a enajenarlo de la realidad. El citado autor escribe: “Una secta es un grupo de gente más o menos evolucionado que se reúne alrededor de un dirigente o de una ideología –religiosa o no-, y funciona de manera cerrada y secreta pero que, no obstante, respeta el libre albedrío y la identidad del adepto. La secta coercitiva se caracteriza por su naturaleza impositiva y la falta de libertad resultante. Sin embargo, esta diferencia sólo es ilusoria, pues la supervivencia de todas las sectas requiere que a los adeptos se les aplique una disciplina rigurosa”.

El condicionamiento mental puede comprenderse a partir de las experiencias de Iván Pavlov, cuando lograba que el comportamiento de un perro respondiera a un condicionamiento exterior, o adquirido, distinto a sus respuestas propias o naturales. En forma similar, el comportamiento de las personas más influenciables puede manipularse a través de la repetición de mentiras, o de verdades parciales, que cambian la visión del mundo que tienen hasta ese momento. “Ante la presión externa que ejerce la sociedad global al tratar de normalizar y de reincorporar en su seno al grupo sectario que se está desviando, a la secta no le queda otra solución que reforzar su identidad grupal aniquilando las identidades personales. La evolución hacia la coerción es inexorable, y conduce al discípulo al estado de adepto. El instrumento esencial de este proceso de sujeción es la manipulación mental; y si bien las sectas no tienen el monopolio de este tipo de manipulación, en todo caso lo han llevado a su grado máximo. En este nivel existe una analogía entre el sistema coercitivo sectario y el sistema totalitario”.

“La publicidad y la política también utilizan técnicas que proceden de la manipulación mental. Además, en el seno de los grupos religiosos comunes o de los movimientos políticos pueden existir verdaderas estructuras coercitivas, verdaderos funcionamientos sectarios”.

“La secta se define en términos de poderes contrarios, de oposición al modelo comunitario habitual; ocasiona una ruptura con la colectividad. Aquí la coacción tiene como propósito excluir al adepto de la comunidad ciudadana, y no integrarlo a ella. Desde el momento en que una práctica religiosa recurre a la coacción, desde el momento que promueve el aislamiento con respecto al contexto cultural general, está tendiendo a marginarse, a crear una neo-iglesia, una apostasía, o un grupo que se aparta de la norma: una secta” (De “Los secuestradores de almas”-Editorial Océano de México SA-México 2005).

Si las distintas religiones buscaran universalizar sus alcances, respetando las leyes naturales elementales que rigen el comportamiento humano, abandonarían parcialmente los factores culturales y tradicionales, hasta ubicar en un lugar prioritario a las leyes de Dios. Si, por el contrario, pretenden de alguna forma imponer o mantener vigentes los aspectos subjetivos que predominan en las distintas religiones, la tendencia actual no tendrá posibilidades de cambios. También la fe, sin las limitaciones impuestas por la razón, puede llevar a situaciones indeseables. Se ha dicho que “la fe mueve montañas”, ya que, quienes atribuyen al mismísimo Dios haberles dado una misión, adquieren una voluntad inusitada para la acción. Recordemos que Adolf Hitler escribió: “Cuando combato al judío, combato a favor de la obra del Señor”. Puede establecerse una síntesis de los aspectos que favorecen la debilidad religiosa para el cumplimiento de su misión unificadora:

a) Utilización excesiva de simbologías
b) Sustentación social en base al relativismo cultural (todo vale)
c) Sustentación personal en base a la fe desprovista de racionalidad
d) Desvinculación respecto de la ley natural y de la ciencia

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